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Con zuecos y pijama

Por Marcos Pastor Galán

El apagón en la sanidad 3


Esta es la tercera parte sobre cómo afectó el apagón a la sanidad. Es la que más me concierne en cuanto a mi trabajo porque hoy hablaré de las emergencias. Y si algo tiene de bueno un vehículo a día de hoy, es que, generalmente, lleva un sistema eléctrico autónomo que le permite funcionar de forma independiente si es necesario. Ese sistema se alimenta del motor o disponiendo de electricidad a través de un enchufe. Pero esto último no era el caso.

Si bien es cierto, en algunas autonomías existen pequeños coches de emergencias en los que van un técnico de emergencias sanitarias junto a una enfermera o un médico. Esos coches, al dedicarse a primeras intervenciones o al apoyo a ambulancias, no suelen tener el sistema eléctrico ya que a penas llevan electromedicina y disponen de baterías de recambio. Pero a pesar de ser a mi juicio uno de los mejores recursos existentes en cuanto a eficiencia, son los menos habituales.

Así que, en cuanto a todos los utensilios que necesitan electricidad, los vehículos de emergencias se sirven por sí mismos. Al menos a priori. Y esto es importante recalcarlo: si no hay electricidad, es posible que no se pueda repostar. Esto implicaría que tras un rato circulando solo para matar el tiempo y recargar las baterías, el combustible puede jugar una mala pasada.

Sin embargo, todo esto son minucias. Si un centro de salud ha podido trabajar "con lo puesto", en emergencias también sería posible si se precisa. El conflicto real en es sencillamente poder trabajar. Y aunque resulte extraño, en emergencias se depende de un factor importante, que te llamen y te digan que hay alguien que necesita ayuda.
Tal y como relataron los sindicatos y representantes de los trabajadores (RLT) del transporte sanitario en Castilla y León, el apagón desveló la "desprotección y abandono institucional".

Además, calificaron de irresponsable a la administración tras exponer todas las carencias observadas durante el apagón. Algunas, están recogidas en normativas. Por supuesto, todo ha caído en saco roto, porque un mes después no se sabe nada del tema. Aunque la mayoría de sistemas de emergencias disponen de comunicaciones por radio. Al no depender del teléfono, resulta factible tener algún tipo de comunicación ya que los repetidores suelen estar en lugares con generadores de emergencia. Sin embargo, en Castilla y León no existe este sistema.

Es cierto que las redes móviles se mantienen un tiempo, pero también es cierto que colapsan. Cuando hay un suceso toda la población saca el teléfono a consultar en internet, a llamar, a enviar mensajes. Esto hace que las comunicaciones de telefonía móvil se saturen y acaben cayendo por colapso, incluso cuando a los repetidores aún les queda energía en las baterías de emergencia.

Así que, sin posibilidad de comunicación, sin protocolizar las actuaciones, sin escuchar a quienes más conocen del tema y dejando la responsabilidad en quien menos sabe, las emergencias van a pique en un día como el 28 de abril. Pero claro, al no haber teléfono, la gente no podía llamar al 112, así que, pasa todo desapercibido. Menos asistencias de emergencias, menos en los hospitales y menos en los centros de salud, algo que aprovecharon los gerentes sanitarios para hablar de normalidad.

Y este contraste de versiones entre lo relatado por sindicatos frente a lo explicado por los gerentes puestos a dedo por los políticos, hizo que la prensa saltara por los aires en menos de 24 horas del apagón. Porque parece que está de moda ocultar lo que algunos veníamos anunciando desde hace tiempo.