
El principio de Peter, formulado por Laurence J. Peter en 1969, dice que todo el mundo asciende hasta su nivel de incompetencia. La teoría plantea que cualquier trabajador asciende hasta que llega a un lugar donde no es capaz de realizar las funciones asignadas al puesto. Sin embargo, como buena teoría, no es realmente certera, porque la mayoría de empleados no ascienden. Incluso cuando sus cualidades son altamente superiores a su puesto actual.
Realmente, el principio de Peter trata de concluir que muchas organizaciones están compuestas por individuos en puestos para los que son incompetentes, lo que puede llevar a una gestión ineficiente. O lo que viene a ser lo mismo, que se debería revisar bien quién ocupa un puesto para asegurar si es adecuado o no.
Si nos vamos al sistema público de sanidad, podemos tratar de evaluar la realidad del principio de Peter. Por si alguien aún no lo sabe, los puestos son políticos. Esto es, que un consejero de sanidad de la comunidad X (sin nombrar ninguna de las 17 autonomías) es una persona que iba en una lista electoral. Y como buen rey no electo, tiene su corte llena de subordinados que le envidian.
Cuando cambia un consejero, casualmente, hay un cambio de gerentes y cargos diversos. La organización sanitaria es un poco caótica para quien no la conoce. Por ejemplo, en nuestra Castilla y León hay 10 personas en la Consejería de Sanidad, 11 áreas de salud y la Gerencia de Emergencias. Es decir, 22 personas colocadas a dedo que, en muchísimos casos, su trayectoria laboral no ha llegado ni a 5 años antes de entrar en puestos de gestión.
Sin embargo, la corte no queda aquí. Podemos observar en cada área de salud que tenemos directores, subdirectores y cargos varios de libre designación, colocados por el gerente. Teniendo presente que la grandísima mayoría son médicos, queda claro que no falta médicos sino personas trabajando realmente. Que alguien ascienda a gestor en menos de 3 años trabajados, deja claro que Peter no tenía razón en la teoría, no está al alcance de todos sino de quien tiene más enchufe que una tienda de electricidad.
Ahora bien, la conclusión de la teoría, esa sí es cierta. Si algo demuestran los cargos que entran por dedocracia política y no por tener las manos manchadas de trabajar, es que suelen ser auténticos incompetentes. No podemos compararlos con los famosos Koldo y Aldama, porque esos han demostrado hacer bien su trabajo: trapichear con todo el político que podían independientemente de colores.
En lo que compete a la sanidad, la mayoría de gestores siempre hablan de lo cansado que es su trabajo. Sin embargo, es raro verlos dimitir. Y como apenas han desarrollado la labor de campo, sus normas improvisadas y decisiones temperamentales suelen ser una sarta de incongruencias, irregularidades e, incluso, ilegalidades. Eso sí, todas verbales y no por escrito, para evitar que el ego deje pruebas.
Y con tanta metedura de pata que se sucede cada día en su puesto, es cuando debemos plantearnos por qué se mantiene en el puesto a alguien incompetente. Leandro Picabea, siendo vicedecano de estudiantes en la Facultad de Medicina de Sevilla, dijo en la graduación de 2012 y 2014: "sed intolerantes con la incompetencia".