
Vivimos tiempos en los que parecer vale más que ser. No es un eslogan, es el día a día de millones de jóvenes que graban, editan, filtran y repiten antes de mostrar algo tan básico como una foto o su voz. Lo cuenta con claridad Ferran Lalueza en una reciente entrevista: los más jóvenes evitan las llamadas por miedo a mostrarse tal como son.
No es pereza, ni siquiera timidez. Es una necesidad urgente y constante de controlar el mensaje. Grabas una nota de voz. No te gusta. La borras. Repites. Otra vez. Y otra. Y así, hasta que suena perfecta. ¿Lo es? Quizá. ¿Eres tú? No tanto. Existe miedo a ser natural.
Nos hemos acostumbrado a que lo espontáneo incomoda, que lo imperfecto no vende, y que lo humano -con todas sus torpezas- queda fuera del encuadre. Todo lo que no se puede borrar o rehacer se vive con temor. La foto más natural es la número 47 de 53. Filtrada, pulida y desinfectada de realidad. A lo mejor nos mostramos guapos, pero ¿seguimos siendo nosotros?
El rechazo a la llamada telefónica es otro síntoma. Existe temor a lo no controlado, a la posibilidad de decir algo incorrecto, sonar raros, equivocarse. En resumen, ser humanos.
Hablar sin filtro, responder al momento, improvisar, balbucear. Eso también construye vínculos. También educa. También entrena. Lo contrario -la edición constante de uno mismo-empobrece la experiencia humana. Nos convierte en algo irreal.
Y sin embargo, ahí está la paradoja: mientras nos esforzamos por parecer naturales, olvidamos cómo serlo. ¿Desde cuándo existe este miedo a ser natural?, ¿es un síntoma de enfermedad crónica de la sociedad del futuro donde la perfección debe estar por encima de todo aún sabiendo que es irreal?
¿Y qué pasa con las generaciones futuras? No estamos sólo ante un cambio de hábitos, sino ante una transformación cultural profunda. Y más ahora que nos asomamos al abismo de los peligros en la era de la inteligencia artificial. Si nuestros hijos interiorizan que mostrar emociones en bruto es de débiles; que una voz sin eco ni autotune es un error; que un "ehmm…" es un fracaso comunicativo... ¿qué tipo de adultos estaremos formando?
Quizá es hora de reconciliarnos con la imperfección. De aceptar que decir lo primero que nos viene, aunque no sea brillante, también tiene valor. De dejar hueco para los silencios incómodos, las frases mal construidas, los audios desordenados.
Porque la alternativa es una generación que sabe editarse, pero no expresarse. Que domina los filtros, pero no el contacto humano. Que no se equivoca porque no se arriesga