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Por Emilio Rodríguez García

Salamanca y la Inteligencia Artificial


Este año está siendo especial para Salamanca: se nota en el ambiente que soplan vientos de cambio y de progreso tecnológico. Eventos como Salamanca Tech o la llegada de Stemia, una empresa pionera en estrategias de Inteligencia Artificial, nos abre un futuro que genera tanto recelo como fascinación. Y no es para menos: de pronto pasamos de bromear con eso de ser "el Silicon Valley de los jamones" a contar con representación real en el nuevo mundo de la IA. Además, la implantación de Stemia trae consigo 25 nuevos puestos de trabajo que, con suerte, serán solo el principio.

Es verdad que la Inteligencia Artificial sigue despertando desconfianza. Pero, en muchos casos, ese miedo nace del desconocimiento, de ese instinto humano a temer lo que no entendemos. Como decía Juan Manuel Barrionuevo, CEO de Stemia, la IA puede compararse con el fuego: "al principio solo servía para calentarnos, pero después transformó por completo la vida humana. Con la IA sucede algo parecido: su objetivo no es sustituirnos, sino potenciar nuestras capacidades, abrir nuevas oportunidades de empleo y ayudarnos a avanzar".

Yo comparto esa visión. Sí, habrá trabajos que desaparezcan, como ya ocurrió en la Revolución Industrial o con la llegada de los motores de combustión. En su día, los cocheros se quejaban de los taxistas y los amanuenses de la imprenta. ¿Y dónde están ahora los amanuenses? Exacto. Nadie echa de menos copiar textos a mano durante horas. La diferencia es que ahora reinventarse resulta más sencillo, porque la propia IA puede ser aliada en ese proceso.

Imaginad una administración pública en la que un sistema de IA resolviera de inmediato nuestros trámites. Parece ciencia ficción, pero no lo es: llegará antes de lo que pensamos. El avance es imparable, aunque tampoco va tan rápido como a veces nos lo pintan. Hay sitio para todos si sabemos adaptarnos.

Con todo, es justo reconocer que el incesante marketing y la publicidad en torno a la IA han podido, en ocasiones, magnificar tanto su realidad como las expectativas que depositamos en ella. Nos han vendido la moto, el coche volador y la estación espacial. Y claro, las expectativas están por las nubes, como los precios de la vivienda en Salamanca. La realidad es que la IA aún está en una fase inicial y la integración plena en las empresas llevará tiempo, pero ya ha enseñado los dientes y quienes llevamos tiempo usándola, hemos visto su potencial. Y es una barbaridad.

Eso sí, no todo son buenas noticias. Mis dos grandes preocupaciones son:

  1. Que los jóvenes pierdan criterio y se acostumbren a pedir ayuda a la IA en lugar de esforzarse.
  2. Que desaparezcan empleos poco cualificados, precisamente los que suelen ser la puerta de entrada al mercado laboral.

Si no actuamos, corremos el riesgo de que muchos jóvenes ni siquiera puedan dar el primer paso en su carrera profesional. Para evitarlo, se me ocurren algunas medidas:

  • Reformar la educación, centrando la formación en pensamiento crítico, creatividad y resolución de problemas más que en conocimientos que la IA puede replicar.
  • Impulsar la formación continua, con programas accesibles a lo largo de toda la vida laboral.
  • Crear incentivos fiscales para que contratar a jóvenes sea una inversión, no un riesgo.
  • Poner en marcha un Pacto de Estado que prepare de verdad a España para esta revolución, con una estrategia a largo plazo.

Salamanca tiene mucho que decir en este proceso. Con dos universidades de peso, eventos que atraen talento y empresas que apuestan por la innovación, nuestra ciudad puede convertirse en un referente de la adaptación a la era de la Inteligencia Artificial. El éxito dependerá de que sepamos superar los miedos iniciales y avancemos con decisión, con una estrategia tan responsable como ambiciosa.