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El callejón de Hamel

Por Paco

La mala educación


Cuando era niño, en un partido de fútbol federado alevín en el que jugaba, uno de los rivales estaba venga a quejarse de todo. En plan Cristiano Ronaldo, pero con lágrimas y a moco tendido. Que si una parte del césped estaba encharcada, que si sus compañeros eran muy malos, que si el árbitro no pitaba ni una falta a favor… El entrenador, desesperado, le terminó echando una bronca tremenda, consciente de que estaban jugando con un menos.

 

En ese momento, el niño se giró hacia la zona donde estaba su padre viendo el partido en busca de algo de comprensión. Sin embargo, el progenitor le espetó un claro: “¡Deja de quejarte y haz caso a lo que te dicen, que ni juegas ni dejas jugar!”. El jugador no volvió a decir nada más en todo el partido, ni tampoco el padre, que permaneció en el mismo lugar y con el mismo semblante.

 

Volví a verles muchas veces más en los campos de fútbol. El padre acompañaba a su hijo sin importar la distancia, la fecha, el horario y la meteorología. Era una especie de agente, pero sin pretensiones económicas. Sólo que el niño hiciera deporte, aprendiera y disfrutara de su pasión. Básicamente, lo que se llama una buena educación.

 

Esa imagen contrasta con el vídeo que está corriendo como la pólvora por las redes sociales, en la que dos padres se pelean a puñetazo limpio en un campo de Telde. No me importa en absoluto quién comenzó la discusión ni por qué. El simple hecho de que la escena acabe con dos personas haciendo tal ridículo en un partido de fútbol, me basta para hacerme avergonzarme. Y supongo que sus respectivos hijos sentirán lo mismo.

 

No entiendo para qué los clubes de primera división aprovechan cualquier punto de debilidad de los grupos radicales que les han manchado la imagen durante años para echarles de sus estadios, si hay padres que se dedican a insultarse entre ellos y también a los rivales y a los árbitros. Una actitud muy similar a la de un hooligan.

 

Desde hace varios años, se está tolerando demasiado que los padres acudan a partido de fútbol base a comportarse como energúmenos. Como aficionado he llegado a presenciar hechos tan lamentables como insultar a niños del equipo contrario, discusiones entre padres y piropos totalmente fuera de lugar a las árbitros por el mero hecho de ser mujer.

 

Muy lejos queda la imagen del padre, la madre o incluso el abuelo que recorría kilómetros para acompañar a sus niños en una jornada de deporte de una manera sana. Se quedaban en una banda y simplemente observaban. En el mejor de los casos animaban, como cualquier persona hace con los que más quiere. Lo demás, simplemente, es mala educación.