
El bochorno patrio es mayúsculo y se emite en capítulos. Adquiere día a día mayor carácter de tragicomedia barata. Las imágenes y los audios que circulan últimamente por telediarios, prensa digital y redes sociales son para llorar (mejor, troncharse de risa). El esperpento vivido ayer en Madrid durante la comparecencia pública de la socialista Leire Díez con la aparición estelar del imputado Víctor de Aldama y, en otro orden de cosas, el histórico partido, ayer mismo, en competición oficial internacional de Cesta Punta que tuvo lugar entre las selecciones femeninas de España y Euskadi pasarán a los anales de la historia de la pantomima patria. ¿Qué nos falta por ver?
María Leire Díez Castro ha vivido la mayor parte de su vida en Portugalete (Vizcaya), donde ya era militante socialista. Se licenció en Ciencias Sociales e Información en 1997 por la Universidad del País Vasco. Sus trabajos conocidos siempre han estado en el ámbito de empresas públicas en tiempos de gobiernos del PSOE (Correos y Enusa). Ha sido concejala de su ahora ex partido en Vega de Pas (Cantabria). Y no consta en su currículo que haya practicado, en esta ni en otra vida, pelota vasca. Tampoco que haya ejercido de fontanera. ¿O sí?
Este mismo día 4 de junio de 2025, dos jóvenes veinteañeras vascas, Erika y Arai, han defendido la camiseta de España frente a la selección de Euskadi, pese a que habían sido preseleccionadas por su federación autonómica para defender los colores de la ikurriña. Menuda papeleta y qué arrojo, dado el ambiente conciliador y nada político del deporte de la pelota gracias a la ceguera intencionada del presidente del Consejo Superior de Deportes, José Manuel Rodríguez Uribes, a la ignorancia consciente de la ministra del ramo, Pilar Alegría, y a los malabares de estadista del jefe de ambos, Pedro Sánchez, que pactó en su día con el PNV esta posibilidad a cambio de un puñado de votos de investidura. Para ello, hubo que introducir un texto en la Ley del Deporte de 2022 que ha hecho posible que las selecciones autonómicas puedan participar en competiciones internacionales. Pactado, dicho y hecho.
Vistos los empujones del evento, la señora Díez compareció ante los medios de comunicación con su propia guardia de seguridad. Soltó el argumentario que llevaba escrito. Sin preguntas, sin respuestas. Muy habitual en los tiempos que vivimos. Y quien quiera creerla, adelante. Hablando de fe y de ideología, todo vale. Nada de cloacas del Estado ni de UCO patriótica, ella sólo está haciendo un trabajo de investigación para escribir un libro sobre la trama de los hidrocarburos. Ansío leerlo, después de escuchar sus explicaciones, tras los sucedido, en un programa vespertino de televisión.
Lo vivido en el pabellón Jai Alai de Guernica también sirve como ejemplo del esperpento nacional. Es verdad, como se han apresurado en resaltar los gerifaltes del PNV, que las cuatro contendientes del partido de cesta punta son vascas. No es menos cierto que las cuatro son españolas. Les gusto o no a quienes atribuyen nacionalidades al gusto del consumidor. Elaia y Maia, las representantes de la primeriza Selección de Euskadi, se llevaron el ánimo y los aplausos del público. El resultado es lo de menos.
No soy aficionado a la cesta punta, en general no entiendo casi nada de pelota vasca, pero no comparto la manera en la que se ha abierto esta espita en la convivencia de la sociedad española. Es una muesca más en la polarización sincronizada que emana del actual Ejecutivo y de sus socios nacionalistas. Si los partidos del gobierno quieren que haya selecciones autonómicas internacionales, que lo anuncien en sus programas cuando concurren a unas elecciones generales. Y que la gente vote como considere oportuno. Si ganan, adelante con ello. Creo, ingenuamente, en ese tipo de libertad, de trasparencia y de gestión de la política.
Tras lo ocurrido con la pelota vasca, ahora otras federaciones deportivas autonómicas preparan estrategias, de la mano de los partidos políticos nacionalistas como maestros de ceremonia, con las que conseguir la ansiada independencia ¿deportiva? Y con toda la razón podrán argumentar por qué estos sí y nosotros no.
Lo de Leire Díez me toca más la fibra por lo del malintencionado uso de mi profesión, un oficio digno. Dice que es periodista.. Así está el periodismo… ¿Cuánto nos queda por reír? Porque a estas alturas de la película no pienso llorar.