Migración en voz alta
Por Gretell Leyva Salazar
La sandía que llevo en el pecho
El jueves pasado participé en mi primera manifestación por Palestina. Desde la mañana, me eché la kufiya sobre los hombros. Sentí un poco de miedo. Miedo de cómo me mirarían los demás cuando fui al colegio de mi hijo, miedo del juicio de desconocidos. Sentía sus miradas. Pero cuando por fin me atreví a mirarlos a la cara, lo que percibí fue la empatía de quienes comprenden que no se puede permanecer indiferente.
Unos días antes había comprado esa kufiya y una bandera palestina en una tienda solidaria. Las confeccionan refugiados palestinos, y parte de sus ganancias van directamente al pueblo de Palestina. No sabía cuándo podría usarlas. Buscaba manifestaciones cerca, pero solo encontraba convocatorias en Madrid, Barcelona o en otras ciudades europeas.
Al llegar al despacho me quité la kufiya y la doblé con respeto. Por algún motivo cuando la llevo dentro de un espacio cerrado siento el dolor de quien la confeccionó en ese campamento de refugiados. Pero cuando va sobre mis hombros, al aire libre por la calle, o en una manifestación, ese trozo de tela se convierte en fuerza. Así me sentí en la tarde del jueves. Me enteré de que había una manifestación porque estaba toda la Salamanca revuelta y con atasco de coches.
Me coloqué mi Kufiya. De nuevo con algo de ese miedo inexplicable, pero el miedo se fue disipando a medida que me acercaba a la manifestación. Desapareció del todo con el primer grito que resonó en la plaza:
"¡No es una guerra, es un genocidio!"
Estaba cerca del grupo que encabezaba la marcha, rodeada de jóvenes que me recordaban a mi hermano. Un señor repartía pegatinas con la bandera de Palestina. Todos alzábamos la voz y los puños: "¡Netanyahu, asesino de niños palestinos!"
"¡Viva Gaza y el pueblo palestino!"
Por primera vez en mucho tiempo, me sentí menos triste, menos impotente. Sentí que mi voz, que mi presencia contaba.
Ayer sábado por puro azar cruzaba la Plaza de los Bandos unos minutos antes de que leyeran el manifiesto de Manos con Palestina. Allí conocí a María Ángeles. Me contó que forma parte del colectivo 'Manos con Palestina', una iniciativa ciudadana formada por hombres y mujeres en distintas partes de España y del mundo artesanos, artistas, personas comunes que se organizan para apoyar desde lo que pueden. Me dijo: "Así no lloro sola de impotencia, lloramos juntos. Y siento que hacemos algo." Me sentí identificada.
Ayer escuché y compartí su manifiesto, y al terminar me regalaron una sandía tejida, símbolo de la resistencia palestina desde que en 1967 Israel prohibió el uso de la bandera Palestina en Gaza y Cisjordania. Desde ayer la llevo prendida con un imperdible en el pecho.
Aprendí que no hay que tener miedo de lo que piensen los demás. Que el genocidio en Gaza no es una cuestión de ideologías, sino de humanidad. Se nos va la humanidad en esto. Y que no hace falta tener una kufiya o una bandera para sumarse: basta una sandía pintada, una conversación con amigos o familiares, compartir información veraz, no comprar a las marcas implicadas, acudir a las manifestaciones o simplemente no mirar hacia otro lado.
Desde que participé en aquella manifestación me siento distinta: menos impotente, menos triste. Y aunque mis gestos sean pequeños, son mucho mejor que no hacer nada.
Hoy volveré a salir, con mi kufiya y mi sandía sobre el pecho, a las calles de Salamanca.
A las 13:00 se realizará en la Plaza Mayor la acción cultural 'Trazo la línea roja por Gaza', y a las 20:00, la manifestación desde la Plaza de la Constitución.
No podemos detener solos la maquinaria de la guerra, pero sí podemos hacer algo: mantenernos despiertos, juntos, defender la humanidad en todos los ciudadanos del mundo.
Algunas recomendaciones:
https://manosconpalestina.carrd.co/
Vivir y morir en Gaza - Podcast en iVoox
¿Dónde comprar Kufiyas y banderas palestinas?
https://palestinarte.es/tienda-solidaria/
Acerca de Sumud Stories™ Comercio Justo – Kufiya.org
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