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Recetas para educar

Por Juan Carlos López

Placeres refugios


Los placeres refugios son donde el alma toma un respiro. Hay días en los que el mundo pesa. Días en los que la velocidad del día a día se convierte en ruido. Y solo buscamos un rincón. Un momento. Un refugio.

No buscamos grandes gestos ni experiencias extraordinarias. Son pequeñas cosas las que en esos momentos nos devuelven el aliento y nos recuerdan que estar vivos también puede ser una buena sensación bien. Y que el bienestar está al alcance de todos.

En un mundo cada vez más caótico e incierto todos encontramos calma y placer en pequeñas tareas cotidianas que son fáciles de ejecutar y dejan un efecto inmediato.

Un café o una infusión calentita entre las manos en un día de lluvia. El olor a libro viejo. Una canción que nos conmueve. La risa compartida con alguien que no necesita explicación. Una siesta breve pero profunda. Una caminata por  la naturaleza. Acariciar a nuestro gato. Ordenar un cajón, sembrar unas flores. Un desayuno sano, y bonito, mordisquear un poco de chocolate negro, un abisinio de Cubero, un almuerzo entre los rayos del sol, ver la tele agarrados de la mano... Son momentos que, aunque breves, nos reconstruyen.

Los placeres refugios no necesitan justificación. No piden productividad. No exigen eficiencia. Son placeres banales, microscópicos que nos equilibran por dentro. Solo están ahí, silenciosos, esperando a que los notemos. Son una forma de resistencia íntima en un mundo que insiste en el hacer, en el correr, en el demostrar. Los placeres refugios nos recuerdan el ser. No van a curar el mundo, pero a veces, curan el día. Y con eso es suficiente.

En ocasiones son actividades simples, repetitivas y requieren concentración moderada, lo que ayuda a enfocar la mente en el presente y alejarla de las preocupaciones. Puede ser tender la ropa, doblarla, o planchar viendo la tele o llamando a un amigo. O lo que algunos llaman "verdurear", cortar los trocitos de verdura iguales. Lo cierto es que no deja de ser retorcido encontrar un bálsamo ansiolítico en actividades que, para otras muchas personas, suponen todo lo contrario, es decir, una carga, pues las asocian con todo ese trabajo gratis con el que la casa te castiga cuando terminas el trabajo que sí te han remunerado.

Según la psicóloga Beatriz González, "este contraste refleja muy bien cómo cada persona gestiona el estrés y da significado a sus actividades cotidianas: al igual que como tantas otras cosas, lo que a algunos les encanta, otros no lo soportan".

Estas mismas actividades pueden ser un refugio porque ofrecen estructura y predictibilidad en un día a día caótico. Las personas que se sienten cómodas realizando estas tareas suelen valorarlas como un espacio para desconectar o como una forma de recuperar el control.

Por eso es importante diversificar las estrategias de manejo del estrés y no depender de una sola.

De cara a evitar que la situación "se nos vaya de madre", además de diversificar las estrategias de relajación, González aconseja establecer límites saludables: "Hay que disfrutar de estas actividades, pero sin que lleguen a convertirse en una obligación o en un escape constante que evite afrontar problemas de fondo. Hay que darles el tiempo y el espacio que merecen". Pero, mientras las hagamos de forma pautada, razonable y no nos abandonemos a ellas como único compás mental de una realidad precaria y sobreestimulada. "Muchas de estas actividades, como tender la ropa, limpiar la casa o trasplantar arbustos implican un movimiento físico suave que puede liberar tensión acumulada. También generan una sensación de dominio, lo que resulta especialmente importante en momentos de estrés, cuando sentimos que todo está fuera de control. Ver un espacio limpio u ordenado al finalizar, refuerza esa satisfacción y calma emocional, lo que unido al proceso de realización de la tarea en sí misma nos permite abstraernos durante un corto periodo de nuestras preocupaciones".

Los nuevos ricos son las personas que se dan cuenta de que lo más importante en la vida es el tiempo. Cuanto más tiempo libre tienes para dedicarte a lo que deseas, más rico eres, independientemente del dinero que poseas. Entre la persona que tiene millones en el banco y está ocupada doce horas al día y otra que tiene lo suficiente para vivir, pero apenas trabaja dos o tres horas al día ¿Quién es más rico?

Estos refugios son una forma de volver a casa. A nosotros.

Tal vez, en lugar de buscar constantemente cómo escapar del estrés o la rutina, podríamos empezar por identificar esos placeres que nos salvan sin hacer ruido. Tal vez no necesitamos cambiar toda nuestra vida para sentirnos bien, sino prestar más atención a esas pequeñas cosas que ya están ahí, esperándonos.